Empleo en la agricultura de exportación en México.

Ma. Antonieta Barrón P., Facultad de Economía (UNAM)-Juan Pablos Editor, 1ª edición, México, 1997, 184 pp.

En México, la agricultura ha padecido serias dificultades a través del tiempo, no sólo porque en el campo se han gestado muchas de las historias que dan vida al país, sino porque justamente ahí continúa librándose la historia reciente del México de hoy. Es en el campo, y debido a la escasez de empleo, que la agricultura de exportación se ha convertido en una importante opción de empleo remunerado.

En Empleo en la agricultura de exportación en México, a lo largo de seis de capítulos, Antonieta Barrón investiga las formas y características de la incorporación de la mano de obra a los mercados de trabajo rurales, en los cultivos hortícolas y frutales perennes, relacionándolas con los procesos económicos que han permitido el cambio en su composición y una mayor participación femenina.

La autora hace una diferenciación de mercados primarios y secundarios, de acuerdo con los niveles de división de trabajo que prevalecen en los mismos y en función de los mercados de destino de los productos. Asimismo, define lo que sería una teoría de los mercados de trabajo rurales, al determinar, independientemente de las especificidades regionales, tres tipos de mercados: los regionales de productos cíclicos; los que producen en forma exclusivamente estacional, y los que producen cultivos de corte periódico.

La conformación de la fuerza de trabajo asalariada por sexo y edad —según la autora— está determinada por un conjunto de factores: si el proceso de trabajo requiere mayor fuerza física, entonces acceden preferentemente hombres; si la tarea requiere menor fuerza entonces podrán acceder ambos sexos. Lo anterior difiere de los estudios que sobre ocupación rural y mercado de trabajo en la agricultura se han hecho, los cuales consideran que, en principio, ocupar a la fuerza de trabajo no tiene más restricciones que las que presenten la oferta y la demanda de mano de obra.

En el presente libro, se tomaron localidades basándose en una tipología de productores según el destino de la producción, distinguiendo dos grupos: los que venden parte para el mercado nacional y otra para exportación, y otro cuyo principal destino es la exportación. También trata de mostrar hasta dónde se mantienen las afirmaciones de temporalidad y baja escolaridad de la fuerza de trabajo asalariada rural en las zonas rurales estudiadas (Autlán, Jal., Villa de Arista, S.L.P., Huatabampo, Son., San Quintín, Vicente Guerrero, Lázaro Cárdenas y Camalú, B.C.); para ello, se valió de tres estudios realizados en 1976, entre 1989-1991 y 1995.

Por otro lado, Empleo en la agricultura de exportación en México estudia cómo las características de los productores determinan que el producto acceda al mercado de exportación o al mercado nacional, y cómo esto, a su vez, condiciona las características del mercado de trabajo en cuanto a la división social del mismo, las formas de contratación, el grado de explotación y los niveles salariales. Asimismo, observa que desde principios de los años setenta y hasta los ochenta persistió el aumento de la explotación de forrajes a costa de los básicos alimentarios, afectando la ocupación en la agricultura; paralelamente, se produjo una expansión de los cultivos hortofrutícolas, sobre todo los de exportación, que si bien no son importantes por la superficie que ocupan, sí lo son por la fuerza de trabajo que ocupan. Dicha expansión produjo modificaciones en las corrientes migratorias, se redujo para los jornaleros migrantes la estacionalidad de la actividad y se enlazaron las regiones, fomentando la especialización de la fuerza de trabajo.

Con lo anterior —apunta Barrón—, se corrobora un fenómeno: en la agricultura, al igual que en las manufacturas, en la medida en que se consolidan las relaciones de producción capitalistas se especializa la fuerza de trabajo asalariada. La tendencia a la especialización de la fuerza de trabajo explica la tendencia a la homologación salarial a principios de los noventa. Por ello, el aumento de la desocupación, y por lo tanto de la oferta de fuerza de trabajo en los mercados de trabajo rurales, está provocando dos fenómenos: una contracción en el salario y el desplazamiento de la mano de obra femenina e infantil.

Finalmente, si se conoce el comportamiento de los trabajadores asalariados en el país, podrían instrumentarse mecanismos de contratación de fuerza de trabajo que lleven a un equilibrio entre oferta y demanda y que favorezca tanto a productores como asalariados, sobre todo cuando estos últimos han sido los olvidados del régimen.