Cuadernos Agrarios

Nueva época, año 7, núm. 15, "Financiamiento rural", enero-junio 1997, México, 224 pp.

La situación que prevalece en el campo mexicano desde hace varias décadas, y que en los últimos años se ha visto agudizada por los embates de la globalización y el libre mercado, ha reunido tanto a funcionarios gubernamentales y organismos financieros internacionales como a organizaciones campesinas en la búsqueda de posibles soluciones. Actualmente, la disyuntiva no radica en el retorno al viejo modelo proteccionista en el que el Estado mantenía un control ecónomico y político sobre los campesinos, como tampoco en profundizar la liberalización financiera que se inició en 1989, misma que, por cierto, no considera la gran heterogeneidad social, económica y tecnológica de los productores agropecuarios.

Es evidente que las formas en que se ha pretendido otorgar ayuda económica a los campesinos dista mucho de ser la adecuada; tanto la banca privada como la de fomento han operado de manera inflexible sin reparar en las necesidades reales de los campesinos, cuyas unidades de producción tienen un funcionamiento diversificado y requieren de créditos flexibles, oportunos, incluso pequeños, que no estén sometidos a una determinada forma de producción. Esto lleva a pensar en diferentes maneras de financiamiento para las distintas formas de producir que existen en el campo.

Cuadernos Agrarios dedica el presente número a tratar —desde sus distintas aristas— el tema del financiamiento rural por la importancia que ello significa en la reactivación económica del sector y del país en su conjunto. David Myhre en su artículo "Créditos agrícolas: pieza faltante de la reforma agraria mexicana" analiza cómo el crédito agrícola, entendido como la inducción de cambios tecnológicos con el fin de incrementar la productividad en el campo, ha pasado por varios tamices dentro del ambiente político mexicano, sin que ello ayudara a evitar el evidente fracaso del sistema financiero rural y el consecuente deterioro de la economía rural.

Juan José Rojas Herrera hace una revaloración de los aportes y experiencias que ofrece el movimiento cooperativo y de economía solidaria de México en su artículo "Modelos de integración cooperativa en la historia del movimiento mexicano de cajas populares", y señala que dicho movimiento tiene buenas perspectivas para su desarrollo y proliferación ante la ausencia de alternativas viables de desarrollo social. Por su parte, Roberto Diego Quintana, en "Financiamiento rural social: los Fondos Regionales de Solidaridad en retrovisión y prospectiva", aborda la experiencia de dichos Fondos como parte de la política de adelgazamiento estatal y de transferencia de funciones del sector público a la sociedad civil que se instrumentó a partir de 1990. El escenario político en el que se han desempeñado los Fondos se ha visto rodeado de conflictos tanto políticos como económicos que, lejos de contribuir a su fácil desarrollo, han entorpecido el cumplimiento de sus tareas.

El trabajo conjunto de José Manuel Hernández Trujillo, Juan Froylán Martínez Lara y Mario Rechy Montiel "Los fondos de seguro agropecuario en la estrategia de modernización del campo" estudia el funcionamiento y eficiencia financiera de los Fondos de Aseguramiento Agropecuario, y señala algunas de las propuestas que podrían reorientar la actividad de dichos Fondos. "La crisis financiera rural y el Agrobarzón" de Francis Mestries analiza al movimiento social El Barzón, que surgiera luego de la crisis de rentabilidad y de las carteras vencidas que apareció entre 1993 y 1994. Para el autor, El Barzón ha sido uno de los movimientos sociales más importantes de los años noventa porque contribuyó a rearticular el descontento de amplios sectores sociales del campo y de la ciudad contra la política económica neoliberal, organizándolos por uniones de productores, con lo cual se ha constituido en el actor social más relevante de los últimos años por sus dimensiones, por su composición social sumamente diversificada y por sus demandas y metas.

Margarita Gaytán Hernández y Rolando González Rosales en su artículo "La Unión de Comunidades Kyatnuu y el problema del financiamiento" estudian el caso de los miembros de dicha Unión —los cuales son considerados minifundistas— que, justamente en esa organización, encuentran una alternativa para enfrentar la problemática económica y social en la producción y comercialización del café. Para la Unión, la inversión de los recursos debe propiciar cambios sustanciales en las formas de producción y aumentar los rendimientos en las unidades campesinas de subsistencia, lo cual requiere un apoyo técnico y financiero permanente. La propuesta de Gaytán y González consiste en otorgar los recursos a partir de una estrategia de desarrollo basada en la organización productiva y en el fortalecimiento del mercado local y regional.

En "La evolución de las organizaciones ejidales de productores en los años noventa", Cristina Steffen Riedemann analiza algunas de las transformaciones que han experimentado las organizaciones ejidales —en especial las vinculadas a UNORCA— para la producción en lo que va de los años noventa: el contexto nacional les es adverso; la puesta en marcha de la Alianza para el Campo ratificó el rumbo económico favoreciendo únicamente a los productores competitivos en los mercados internacionales, pero sin propuesta para ningún ejidatario o comunero, etcétera. En contraparte, UNORCA promueve una estrategia entre sus organizaciones en la cual éstas se conciben como "las organizaciones para el desarrollo rural", y que intenta convocar a la sociedad rural en su conjunto en defensa de su territorio, de sus sistemas productivos y de su cultura.

Armando Sánchez Albarrán analiza también las cajas de ahorro popular en dos lugares del municipio de Acolman, Estado de México, donde la asociación en cajas de ahorro representa una alternativa de sobrevivencia, que dista de los esquemas de funcionamiento de la banca de desarrollo y privada, y que operan sobre la base de formas locales o comunitarias de financiamiento en pequeña escala, no burocratizados y con gran sensibilidad social.

"Las vicisitudes del modelo Grameen Bank" de Dominique Gentil realiza un análisis de uno de los bancos con mejores porcentajes de recuperación de los créditos otorgados: el Grameen de Bangladesh; este banco debe a varias razones su éxito, entre otras, a la coherencia interna del sistema a partir de un público muy específico al que va dirigido el financiamiento (en general esposas de campesinos sin tierra), lo cual lo hace un ejemplo para otros países, en donde pudiera reproducirse con ciertas modificaciones si los entornos son parecidos y si los sistemas conservaran su eficacia respetando las reglas de coherencia interna, de adaptación externa y de autonomía de las funciones financieras.

Arturo León López y Elsa Guzmán Gómez analizan el financiamiento que ha implicado la Política Agrícolas Común en Europa en los últimos treinta años, y Sophie Teysser estudia a los sistemas financieros desde el enfoque de nuevo cuño llamado de género, en el cual se reflexiona el papel que la mujer desempeña en el desarrollo y en sus beneficios.

Finalmente, se incluyen algunas de las ponencias del Debate: mujeres en el desarrollo, en el cual participaron Nùria Costa Leonardo, Emma Zapata Martelo y Marta Mercado González, así como las palabras de Tomás Bustamante en la ceremonia de entrega del Premio de Estudios Agrarios 1996.