Nuevas experiencias productivas y nuevas formas de organización flexible del trabajo en la agricultura mexicana.

Sara María Lara Flores, Juan Pablos Editor-Procuraduría Agraria, México, 1998, 304 pp.

La agricultura mexicana es escenario de importantes transformaciones, mismas que apenas se comienzan a estudiar como parte de un proceso de reestructuración que, por cierto, ya ha sido analizado ampliamente en la industria y en el sector de servicios desde hace más de veinte años, y que ahora apenas resulta evidente en el mundo rural. Los conceptos emanados del estudio de la reestructuración de diversas ramas industriales pueden ayudar, sin dejar de lado los enfoques que han enriquecido los estudios agrarios y rurales, a explicar los cambios que se vienen dando en el campo.

En Nuevas experiencias productivas y nuevas formas de organización flexible del trabajo en la agricultura mexicana, investigación que obtuvo el primer lugar del Premio Estudios Agrarios 1997, Sara Lara analiza la creciente incorporación de las mujeres en el mercado de trabajo, haciendo énfasis en que este fenómeno forma parte de un proceso más amplio: el de la flexibilización de las relaciones productivas en la agricultura. Este análisis sustenta la hipótesis de que la mayor presencia femenina en el mercado de trabajo se explica no tanto por factores de la oferta, sino por factores de demanda, es decir, porque existe una demanda selectiva de la fuerza de trabajo por parte de las empresas, misma que se deriva de la complejidad del tránsito hacia la modernización de procesos productivos.

Sara Lara estudia en particular la reestructuración de los procesos productivos del tomate en Sinaloa y de la flor de corte en el Estado de México, subrayando cómo el paso hacia la modernización atraviesa por un complejo balance entre inercia e irreversibilidad, que las mismas empresas llevan a cabo con el fin de determinar los cambios que resultan rentables. En el caso sinaloense, la autora estudia cómo con la reestructuración se introducen nuevas tecnologías, pero se mantiene una rigidez en la organización del trabajo que adopta formas de empleo tradicionales; por otro lado, en el caso mexiquense, predominan sistemas flexibles de utilización de fuerza de trabajo, los cuales tienden a suplir las limitaciones de tecnologías, lo que representa no sólo un amplia disponibilidad de la mano de obra y formas de empleo precario (como en Sinaloa) sino mayores exigencias en términos de calificación y polivalencia.

Independientemente de las diferencias, en ambos casos la mayor flexibilidad productiva se apoya en determinadas formas de minorización o discriminación hacia los trabajadores. Esta manera de organizar la fuerza de trabajo genera un mercado segmentado, en el sentido de que en estas regiones la segmentación del trabajo rural se apoya en la división étnica y sexual de la forma de trabajo, dificultando la unidad y la organización de los trabajadores. Este análisis de la segmentación del mercado de trabajo se inscribe en una concepción del mercado como un espacio dinámico en el que se reproducen las relaciones que caracterizan al conjunto de la sociedad, relaciones que se sustentan en la asimetría de clase, género, etnias y generaciones.

Los dos estudios de caso presentados en este libro ponen el acento en la reestructuración de dos sectores de punta en la agricultura mexicana. En ellos, la flexibilidad constituye una estrategia para insertarse en el mercado internacional y cumplir con las nuevas funciones de la agricultura mundial.