Ejidos, pueblos indios y desarrollo sustentable

La contradicción histórica entre tradición y progreso
se demuestra de manera clara en la sierra Tarahumara.
Por eso, el autor propone la aplicación de modelos de
microdesarrollo que puedan integrar las relaciones
espirituales y sociales así como la cosmología
de la propia etnia rarámuri.

Luis Felipe Crespo Oviedo

Introducción

En la sierra Tarahumara, convergen en un mismo espacio sociedades que son diversas entre sí, cultural, política, económica y organizativamente. Los grupos indígenas formados por las etnias rarámuris, guarojíos, tepehuanos y pimas ocupan la sierra desde hace cientos de años y en ella han encontrado la forma de reproducción social, tanto en lo material como en lo espiritual; pues para estos indígenas los recursos naturales y toda la sierra Tarahumara les pertenece. Entre los pueblos indígenas actuales, los rarámuris son quienes más población tienen, para 1990 se calcularon 47 387 hablantes de la lengua tarahumara, lo que representa 77.04% del total de hablantes de lengua indígena en el estado.1

Los otros grupos sociales están formados por población de origen europeo o mestiza denominados chabochis2 por los indígenas, quienes arribaron a la sierra Tarahumara en la época de la Colonia con los primeros misioneros y buscadores de minas; penetraron en ella en pequeños grupos pero siempre de manera constante. La inmigración mayor se presentó a partir del presente siglo, cuando se inició la explotación forestal de manera intensiva y permanente.

La población chabochi que llegó a la sierra Tarahumara durante la Colonia se asentó en torno a las iglesias y misiones dando lugar al surgimiento de las primeras concentraciones poblacionales, como es el caso de Guadalupe y Calvo, Batopilas y Urique, en contraste con el asentamiento siempre disperso característico de los indígenas. Su economía se basó principalmente en la explotación minera, el comercio, el trabajo de arriería y, en menor escala, en la ganadería y la fruticultura; sus intereses y lazos se han orientado siempre en torno de la región y lo que ésta les pueda proveer para su reproducción; son quienes han detentado el poder y establecido las relaciones con las estructuras sociales y políticas fuera de la región.3

Otra gran corriente migratoria de población chabochi se presentó a finales del siglo pasado y principios de éste; a partir de la construcción del ferrocarril Kansas City-Chihuahua-Estación Creel y sus ramales. Durante el Porfiriato se crearon las condiciones para que el bosque de la sierra Tarahumara fuera comercialmente atractivo y se considerara como una gran reserva de explotación forestal,4 tanto para la industria norteamericana como para la existente en la entidad y en el país, promoviendo la atracción de población destinada a ocuparse de las tareas y trabajos necesarios para la extracción de madera.

Alrededor de la industria forestal crecieron y se desarrollaron diversos asentamientos, en su mayoría mestizos, como es el caso de los poblados de San Juanito y Creel (en el municipio de Bocoyna), la localidad de Tomochi (municipio de Guerrero), El Vergel (en Balleza y la ciudad de Guachochi), actual centro comercial y político de la sierra Tarahumara, entre otras poblaciones, los cuales provocan una constante presión y competencia por la ocupación de los espacios pertenecientes tradicionalmente a los grupos indígenas.

La base del trabajo de la población inmigrante giró en una primera etapa alrededor de los trabajos de extracción directa de la madera (desmonte y arrastre) cuando los terrenos eran nacionales o estaban concesionados a particulares.

A raíz del reparto agrario —que dio inicio poco antes de la década de los años treinta—, los intereses de los migrantes chabochis empezaron a tener arraigo en la región, y es este sector de la población quien inicia los trámites ante el Departamento de Asuntos Agrarios y Colonización (hoy Secretaría de la Reforma Agraria) para recibir las dotaciones ejidales correspondientes. Estos migrantes ocuparon los cargos de dirección en los mismos, crearon lazos y redes de interés con sectores políticos, tanto estatales como nacionales, convirtiéndose en agentes de control político y económico en la sierra.

La historia de la explotación forestal ha tenido como consecuencia el enfrentamiento de dos concepciones para entender, ocupar y utilizar la sierra Tarahumara. Por una parte, para los chabochis con intereses y lazos fuera de la sierra, la explotación forestal consiste en sacar la madera lo más rápido posible y al menor costo, practican y promueven una extracción de carácter minero e intentan controlar los espacios de decisión política: comisariados ejidales, presidencias municipales y cargos en dependencias oficiales, etcétera.

Por otro lado, para los indígenas el bosque forma parte de su estrategia de sobrevivencia, pues de él obtienen una serie de satisfactores que les permite lograr su reproducción social. La explotación forestal ha significado la reducción y escasez de muchos recursos naturales, la imposición de formas ajenas de organización territorial y la marginación de los espacios de toma de decisiones, además de violencia y agresión a sus formas de expresión cultural.

Ejido y comunidad indígena. Conflicto de territorialidades Las relaciones sociales e interétnicas que prevalecen en la sierra Tarahumara son relaciones de dominación colonial. En los términos señalados por Guillermo Bonfil, muestran una "estructura de dominación atrasada según los criterios de dominación colonialista".5 Para la sociedad chabochi la explotación forestal se concibe como: avance, desarrollo y progreso; conceptos ideológicos con los cuales los sectores dominantes realizan su práctica de dominio sobre la sociedad indígena."Una característica sustantiva de toda sociedad colonial es que el grupo invasor, que pertenece a una cultura distinta a la de los pueblos sobre los que ejerce su dominio, afirma ideológicamente su superioridad inmanente en todos los órdenes de la vida y en consecuencia niega y excluye a la cultura del colonizado."6

En este orden de ideas, en la sierra Tarahumara está presente una situación de escalas diferenciales y prácticas sociales multiescalares,7 es decir, al ocupar un mismo espacio dos sociedades culturalmente distintas, los objetivos, métodos, intereses y estrategias de ordenación del territorio son contradictorios, lo cual remite a concepciones distintas que tienen del espacio las sociedades culturalmente diversas.

Para quienes son portadores de una idea del espacio continuo, conocido y aprehendido en su totalidad hacen referencia constante y permanente de él en sus representaciones materiales y espirituales, como es el caso de los rarámuris. El uso y organización social del espacio responde a una idea y proyecto en el cual la ordenación simbólica y material del territorio no se fracture y pueda ser controlado por el grupo, que utiliza y se apropia del espacio en su integridad.

Para los que pertenecen y responden a la lógica de una concepción de carácter desarrollista de corte occidental, la idea y concepción del espacio es sólo una idea fragmentaria, especializada, excluyente, no únicamente como experiencia social sino como proyecto de futuro; solamente se ve lo que puede usarse y lo que puede extraerse, para el caso de la sierra Tarahumara sólo existen árboles, no importa que esté habitada y mucho menos habitada por indígenas; es una concepción de carácter utilitario.

Para el análisis de la sierra Tarahumara es necesario hacer referencia a dos planos de interpretación sobre la organización territorial:

El primero concibe a la sierra Tarahumara como una macrorregión dentro de la cual sólo intervienen factores de índole económico y político que propician una red de relaciones creadas por los sectores dominantes y de poder, tanto al interior del estado como del país. En este sentido, la sierra Tarahumara es una región que contiene una serie de recursos —mineros y forestales principalmente—, los cuales aportan un determinado porcentaje a la economía y al Producto Interno Bruto (PIB); por la belleza de sus paisajes es también un potencial turístico donde los indígenas sólo significan un elemento del inventario de recursos existentes —¡son indios de la edad de piedra!, promueven muchos folletos turísticos—. El orden y organización del espacio, así como los planes de utilización de los territorios y sus recursos, responden a una serie de redes e intereses de carácter externo a la región; se planifica y se invierte para que llegue el desarrollo y el progreso, es la premisa permanente.

Las acciones que impactan en la organización territorial de la sierra Tarahumara impulsadas desde el Estado o con la participación de algunos sectores privados —Celulosa de Chihuahua, por ejemplo— responden a los intereses del macrodesarrollo, se centran en la apertura de caminos y carreteras conocido como el proyecto Gran Visión, el cual se inició hace más de 30 años y aún no concluye. La red de infraestructura vial consiste en cruzar y atravesar la sierra, penetrando en ella para unir sus ciudades e integrarlas al desarrollo alcanzado por el estado y el país. Paralelo al proyecto Gran Visión, en la década de los años sesenta se concluyó el ferrocarril Chihuahua-Pacífico en su tramo Creel-Mochis (no olvidemos que el proyecto inició en los tiempos de don Porfirio), la vía férrea dividió a la sierra Tarahumara en dos porciones, una al Norte y otra al Sur y, como mencionan los periódicos de la época, con el ferrocarril por fin llegará el progreso a la sierra Tarahumara; no obstante, parece que hay que seguir esperándolo.

La realidad es que los caminos y el ferrocarril sólo han servido para extraer maderas y minerales, a la par del crecimiento de nuevos centros de población chabochi, de hace 25 a 40 años, como por ejemplo, Guachochi y San Rafael, localidades que concentran los servicios administrativos, de salud y comerciales funcionan como centros de decisión política y económica y, sobre todo, son el canal de relación con los intereses emanados de los ámbitos del poder económico y político del país.

El segundo nivel de análisis de la organización regional corresponde al que practica la sociedad indígena, basado en la dispersión y movilidad territorial de los rarámuris que ordenan y utilizan el territorio de acuerdo con su cosmovisión.

Los rarámuris, de acuerdo con las condiciones climáticas, ecológicas y simbólicas, despliegan una serie de movimientos migratorios al interior de la región, a lo largo de los cuales realizan sus prácticas productivas. Cuando se encuentran viviendo en sus rancherías, la ordenación del espacio se lleva a cabo mediante el control de los microambientes, resultado de la aplicación del mawechi como agrosistema integral. El mawechi implica una serie de estrategias de uso y conservación de la naturaleza que incluye el abono y conservación de suelos; el trabajo con multicultivos, maíz, frijol y papa principalmente; el mantenimiento y experimentación en el huerto familiar donde crecen quelites, frutales, plantas y hierbas tanto comestibles como medicinales. El mawechi como agrosistema se complementa en el bosque con la caza, el transporte de hojarasca para llevar nutrientes nuevos a los suelos, la recolección de hierbas, el cuidado de especies para ser utilizados en la elaboración de objetos de uso práctico y artesanal, incluyendo las arcillas para la elaboración de la cerámica.

Cuando se migra temporalmente con el fin de abastecerse de la mayor variedad de productos posibles se buscan los ecotonos (sitios donde confluyen uno o varios ecosistemas); comúnmente es durante el invierno cuando se vive en cuevas, pues éstas, además de proveer resguardo, son punto estratégico para trabajar y vivir en diferentes climas y tipos de vegetación.

La dispersión no significa que vivan aislados entre sí, cada forma de microorganización del espacio responde a una lógica de relacionarse con la naturaleza y con la etnia que es la propia. La suma de cada forma particular de ordenar el territorio rarámuri genera el patrón de organización regional de la sociedad indígena, es lo que Antonin Artaud describió como los "caprichos inteligentes"8 de la naturaleza, donde hombre y natura se relacionan para crear un solo ser.

La herencia eurocéntrica de la sociedad del llamado México imaginario9 genera una forma de percibir el tiempo y el espacio, que hace pensar en la organización territorial desde la perspectiva del macrodesarrollo como respuesta a una "cultura de ángulos rectos";10 resultado de esta idea del espacio es, por ejemplo, la división ejidal realizada en la sierra Tarahumara por los topógrafos y técnicos de la reforma agraria.

En contraposición, las sociedades indígenas perciben el tiempo y el espacio a partir de una concepción de corte circular o elíptico y cíclico, por ejemplo el patrón de asentamiento de los pueblos rarámuris o la lógica de producción que sigue siempre el mawechi, tienen este orden de referencia.

El patrón de los asentamientos rarámuris responde por lo general al siguiente esquema:

1. Un pueblo rarámuri es pueblo porque tiene un siríame o gobernador tradicional. 2. Para que exista el siríame debe haber una iglesia donde realizar el nawesare o discurso ceremonial que se practica los domingos. 3. Alrededor de la iglesia se localiza la escuela-albergue, la tienda campesina y algunas casas. 4. En un radio de acción que varía en su distancia según sean las condiciones geográficas y la importancia del siríame se encuentra un número variable de ranchos y rancherías, las cuales definen su sentido de pertenencia al reconocer la autoridad y el gobierno del siríame.11

Sobre este esquema de organización territorial se impuso la división ejidal, la cual —como en un plano empalmado— abarca por lo general a más de un pueblo indígena dentro de su superficie territorial. En gran número de ocasiones los límites ejidales dividieron a más de un pueblo, es decir, la línea divisoria trazada bajo criterios exclusivamente topográficos cruzó sobre el territorio de un pueblo, dejando algunas rancherías dentro del área de otro ejido y a otras fuera. Junto con el ejido surgió la estructura de organización administrativa del mismo, lo cual se convirtió en la fuerza política y económica más importante de la sierra, me refiero a los comisariados ejidales y sus consejos de vigilancia, quienes son los que toman las decisiones sobre el uso y destino de los recursos naturales. En la práctica cotidiana los comisariados ejidales no reconocen al gobierno tradicional indígena y le niegan toda posibilidad de participar en los destinos forestales, para ellos la lógica es vender la mayor posibilidad forestal, al mejor precio y en el menor tiempo posible.

"La territorialidad se entiende como el intento de un individuo o grupo de afectar, influir o controlar gente, elementos y sus relaciones delimitando y ejerciendo un control sobre un área geográfica."12 Así, en la sierra Tarahumara una territorialidad se presenta a partir del control que se tiene para ejercer el poder, para imponer estructuras de organización y administración, para decidir sobre los destinos de los recursos naturales y para justificar el modelo de desarrollo. La otra territorialidad parte del poder que el gobierno tradicional indígena ejerce sobre su propia población y los recursos que ella posee, tanto en el control y normas que generan para la producción y el orden social propio como en sus expresiones simbólicas y rituales, lo cual ocasiona que el conflicto esté presente permanentemente.

El bosque, ¿desarrollo para quién?

La idea de la explotación forestal en países como el nuestro, se basa en considerar al bosque como un producto homogéneo del cual sólo se extraen las materias primas para satisfacer las demandas de una industria que generalmente está instalada fuera del ámbito regional donde se encuentra el recurso. Estos sistemas de explotación forestal nunca toman en cuenta los otros recursos naturales que integran al bosque, como son los suelos y sus capas de vegetación protectoras, el sotobosque y los recursos alimenticios y medicinales que aporta.

Los tipos, formas y tecnologías de explotación forestal presentes en la sierra Tarahumara responden a un modelo de desarrollo basado en la explotación permanente de los recursos naturales; la mayoría de las utilidades que produce el sector forestal son canalizadas fuera del ámbito regional en un claro proceso de transferencia de capital, lo cual redunda, por ejemplo, en las malas condiciones en que se encuentra la actual infraestructura vial, que provoca entre otros aspectos que los costos de distribución y flete sean más altos en relación con todo el proceso productivo. Una situación similar se presenta en la calidad y características de los aserraderos, pues la mayoría de ellos son obsoletos y de tecnología caduca, tanto es así, que se observa un alto número de aserraderos tipo sierra circular, prohibidos en todo el mundo por el alto índice de desperdicio en astilla y aserrín que producen. En contraste, las inversiones fuera del ámbito regional son mucho mayores, y un ejemplo de ello lo representa la modernización de la planta de procesamiento celulósico de Anáhuac en el estado de Chihuahua.

Quizá uno de los efectos más notorios de la explotación forestal en la sierra Tarahumara sea la reducción de la masa arbórea de pino y encino y de los recursos vegetales asociados, característicos de la Sierra Madre Occidental, afectando notablemente con esto los ecosistemas naturales, pues en algunas zonas el deterioro es ya irreversible.

Como ejemplo de la participación marginal de la sociedad rarámuri en la explotación forestal mencionaremos los ejidos forestales del municipio de Guachochi, ubicado en la porción central de la sierra donde se localiza la mayor concentración de población rarámuri. Para 1990 eran 34 255 habitantes, de los cuales 31 040 se estima son indígenas, es decir, 90.6%.13

De 17 ejidos forestales de este municipio el total de población que vive en los mismos sólo 15.45% son ejidatarios, tanto indígenas como chabochis; de los ejidatarios, 24.20% tiene un empleo en la actividad forestal; sin embargo, dichos empleos por lo general no son permanentes.14

En estos ejidos, los trabajos forestales han sido permanentes, impulsados por las grandes empresas madereras y celulósicas como por ejemplo: Ponderosa de Chihuahua S.A., en su tiempo la paraestatal Productos Forestales de la Tarahumara S.A. (Profortarah) y por pequeños y medianos productores quienes compran la mayoría de la producción en la actualidad.

La superficie total que abarcan estos ejidos es de 288 826 hectáreas, de las cuales 40 % son consideradas superficie forestal. Sin embargo, sólo seis ejidos cuentan con una superficie mayor al promedio; once ejidos tienen menor superficie forestal a dicho promedio; de éstos, en siete la superficie forestal cubre apenas 15% de la superficie territorial del ejido. Además, cabe aclarar que las dimensiones del arbolado de estos bosques es menor a 30 cm de diámetro.

La mayor parte de los ejidos de la sierra Tarahumara venden sus recursos forestales como madera en rollo para celulosa o para aserraderos instalados fuera de la región y participan poco en su transformación. Algunos ejidos cuentan con aserradero y venden su posibilidad forestal en tabla o tablón. La mayoría de las transacciones de compraventa son impuestas por compradores y fleteros que realizan contratos leoninos generando un permanente y creciente endeudamiento, el cual en muchos ejidos es impagable. Esta situación ha provocado la existencia de un clima de tensión y violencia permanente entre los diferentes sectores que componen la sociedad serrana.

En la mayoría de los ejidos existe un círculo vicioso entre los compradores, los transportistas y las autoridades ejidales, quienes, a partir de fijar el precio de la venta de madera —ya sea en rollo o en tabla—, llevan a cabo una serie de anticipos según el valor de la posibilidad anual. Estos anticipos generalmente se otorgan bajo mecanismos poco claros y confusos, provocando con esto que al momento de revisar las cuentas y los estados financieros los ejidos terminen en números rojos y con deudas, lo que a su vez propicia que al siguiente año el comprador imponga sus nuevas condiciones, reiniciándose de nuevo el círculo.

Son los indígenas quienes reciben menos beneficios de la explotación forestal. Cuando son contratados realizan los trabajos más riesgosos y pesados. La distribución del empleo se presenta de la siguiente manera: en la mayoría de los ejidos más de 50% de la población empleada se dedica a los trabajos de monte, derrumbe y arrastre; alrededor de 30% en el aserradero cuando lo tiene el ejido; la administración y los puestos de decisión abarcan menos de 10%. El caso más paradójico lo constituye el transporte, puesto que en él casi no hay participación de la población ejidal, pues esta actividad es acaparada por los no ejidatarios, ya que constituye la fase productiva que proporcionalmente otorga la mayor utilidad de todo el proceso extractivo.

Hacia un modelo de microdesarrollo

Ajena en recibir los supuestos beneficios de la explotación forestal, la sociedad rarámuri cuenta con una gran sabiduría y un profundo conocimiento de la naturaleza de la cual forma parte; ha desarrollado métodos y técnicas de manejo de su entorno que le permiten aprovechar íntegramente los recursos que ésta le provee, y busca construir la experiencia organizativa necesaria para encontrar caminos de futuro siempre bajo sus propios términos.

Durante 1993 y 1994 el INI llevó a cabo una serie de talleres de participación comunitaria en varios pueblos rarámuris convocados con el apoyo y asistencia de los gobernadores tradicionales —siríames—. El objetivo central fue reflexionar sobre la situación por la que atravesaba el bosque y analizar las posibles alternativas de uso del mismo. Como resultado se obtuvieron diagnósticos comunitarios acerca de los recursos naturales con que se contaba, así como el desarrollo de las metodologías participativas para la elaboración de planes integrales y manejo tradicional de los bosques.

Los diagnósticos comunitarios permiten establecer que frente al proceso cultural indio, la otra sociedad participa con violencia y agresión; no hay control del proceso productivo forestal:

[...] la explotación forestal no es considerada [...] como una actividad tradicional indígena sino como una de las imposiciones fundamentales externas por parte de los chabochis (mestizos) cuyos efectos reconocidos han sido la desestructuración de las relaciones mantenidas con los ecosistemas en los que viven los pueblos indios de Chihuahua, la pérdida del control indígena de sus recursos naturales, la consolidación de cacicazgos (fundados la mayoría en el poder que genera el uso de los bosques) que provocan situaciones de conflicto, violencia, pobreza, marginación y debilitamiento de su autonomía en cuanto a capacidad de decisión sobre los elementos sociales, económicos y culturales que constituyen su existencia.15

Por ejemplo, en el ejido Panalachi, municipio de Bocoyna "...el aprovechamiento de los recursos naturales no depende directamente de la forma que tradicionalmente le ha dado el indígena sino que se encuentra influenciada y condicionada por los mecanismos de la extracción comercial forestal".16

Rejogochi, del ejido de Basihuare, Aboreachi, del ejido del mismo nombre y el ejido Guaguachique, del municipio de Guachochi presentan problemas comunes:

a) No hay democracia interna en la estructura de poder ejidal. b) Poca información en manos de los ejidatarios sobre la administración del ejido y del proceso productivo forestal. c) Escasa o nula participación indígena en el proceso productivo forestal y, cuando participan, asignación de los trabajos más pesados y peor remunerados. d) División tajante entre indígenas y mestizos en las relaciones sociales de producción. e) Maquinaria y equipo obsoletos que no corresponden a las necesidades de explotación. f) Desarticulación de las comunidades indígenas ante la presencia de organizaciones ejidales (Confederación de Pueblos Indígenas, ARIC, etcétera) con poco conocimiento de partidos políticos y otras instancias aglutinadoras.

En el municipio de Guadalupe y Calvo: "... la explotación forestal de la región se realiza dentro de un marco de irracionalidad y falta de verdaderos controles ecológicos en los cuales las empresas y las instituciones federales y estatales están coludidas con los empresarios de manera evidente, y en la que los supuestos propietarios del recurso poco o nada deciden. Mientras esta situación prevalece, la condición de los bosques empeora año con año sin que reporte ningún beneficio a la población indígena involucrada".17

En síntesis, en la actualidad los diferentes sectores que componen a la sociedad indígena —en la sierra Tarahumara— no han encontrado en la explotación forestal la fórmula para subirse al carro del desarrollo, visto éste como la imposición del modelo dominante. Por el contrario, los mecanismos de control, que el gobierno tradicional indígena y los pueblos que éste representa designan de manera tradicional sobre el bosque y sus recursos, entran en conflicto con las disposiciones jurídicas y las prácticas sociales y económicas que realizan los sectores que mantienen el control sobre la industria forestal.

Los resultados de los Estudios de Base para el Monitoreo del Impacto Social indican que muchos indígenas no comparten la lógica del proyecto, no están interesados en el aprovechamiento industrial del bosque, no desean inversiones con esa orientación. Los estudios también señalan que estos indígenas tienen otras expectativas productivas. El aprovechamiento comercial de plantas medicinales y alimenticias, el uso escénico de las barrancas y bosques, la comercialización de artesanías, la promoción del etnoturismo, entre otras actividades, son susceptibles de ser impulsadas y tan rentables como la extracción irracional del pino y encino.18

La sociedad indígena de la sierra Tarahumara tiene un conocimiento y experiencia de uso del bosque heredado de sus antepasados, reconoce en él las distintas especies animales, vegetales y minerales con que cuenta, así como los diferentes usos que puede hacer de cada una de ellas; también ubica la importancia y el lugar que ocupa cada especie en relación con el equilibrio ambiental necesario para la conservación de sus bosques. A partir de estas experiencias, los rarámuris han construido una concepción de la naturaleza verdaderamente de carácter integral, en la cual el hombre forma parte de la misma.

El sistema tradicional de uso del bosque es utilizado para cubrir las necesidades domésticas básicas —leña, construcción de cabañas, canoas, vigas, etcétera—, toma en cuenta la existencia de la gran diversidad biológica que se presenta en los ecosistemas, además de la importancia de las plantas y los animales. Bajo este principio, el bosque debe ser protegido, el dañarlo y extraer productos indiscriminadamente es atentar contra el hombre mismo y su esencia.

En cuanto a los usos que los indígenas le dan al bosque, destaca el aprovechamiento que hacen del mismo. Pese a que existe una heterogeneidad de recursos y usos —marcada por diferencias entre una y otra región—, todas están ligadas a una problemática común con sus respectivas variables, en donde se responde a la lógica del propio sistema de necesidades.

El sustento del manejo ambiental que practican los rarámuris está en el mawechi, que es la aplicación del agrosistema que combina las características y condiciones ecogeográficas con las culturales.

Para la conservación de suelos y como abono de materia orgánica se utilizan los excrementos de los chivos. Durante el ciclo agrícola se lleva a cabo un manejo del ganado caprino que necesita de muchos recursos del bosque para su sostenimiento.

Paralelamente al trabajo agrícola el uso del bosque viene a complementar la satisfacción de sus necesidades. La recolección (de plantas comestibles y medicinales), el pastoreo, el suministro de agua y leña, la caza esporádica y la pesca, en menor proporción, constituyen otros tantos momentos en los que el indígena se relaciona con su ecosistema para obtener sus medios de sobrevivencia, de tal forma que esto implica el conocimiento de factores ambientales y, a la vez, su dependencia de los mismos y de su equilibrio.19

El lugar que se habita durante la mayor parte del año es la ranchería; se define por la existencia de condiciones microambientales para el manejo de un huerto familiar compuesto por algunos árboles frutales, ideal para el crecimiento y cuidados de plantas comestibles y medicinales, el desarrollo de algunos quelites, etcétera. Es el lugar donde se realiza la experimentación y adaptación constantes de nuevas especies, además de ser la posición estratégica a partir de la cual se acepta la pertenencia a un pueblo y el reconocimiento al siríame. Para complementar sus estrategias de sobrevivencia, los rarámuris recurren al bosque para proveerse de un sinnúmero de especies, tanto vegetales como animales.

El modelo impuesto versus el modelo alternativo

A partir de las reflexiones anteriores considero que cualquier proyecto de carácter integral y sustentable que se pretenda impulsar en la sierra Tarahumara, necesariamente tiene que considerar la participación de los pueblos indígenas. En primer lugar, reconocer y aceptar la autoridad del gobierno indígena como la instancia real a través de la cual se consensan las propuestas y se toman las decisiones, además de comprender que la construcción del imaginario social rarámuri se reproduce en el microcosmos social de la ranchería, el pueblo y su relación con el bosque, entendido éste desde la concepción indígena. Por lo mismo, para la comprensión de la participación indígena es preciso tomar en cuenta las siguientes consideraciones:

a) La oralidad como elemento identificable de participación. b) La participación para el consenso como alternativa al esquema de la democracia existente en la sociedad mayor. c) La constitución del individuo como ser social para acumular méritos con valoración ética y moral, una vía para la construcción de liderazgos. d) Se participa para optar, en el juego de las posibilidades, por demandas de construcción de futuro.20

De tal manera que la definición de microdesarrollo para los pueblos indígenas de la sierra Tarahumara debe ser vista y probada en la escala microsocial, privilegiando a los individuos como los actores reales capaces de impulsar la propuesta. El sustento material estará dado a partir de recuperar y reivindicar el control sobre los recursos, así como de sus tecnologías —principalmente el mawechi como agrosistema— para que a partir de esa base, cualquier innovación de carácter tecnológico pueda ser apropiada de acuerdo con las características y condiciones que cada proyecto y su gente vaya adoptando.

Necesidades impuestas y necesidades reales

Una de las características que el desarrollo entendido como un modelo unidireccional ha provocado en las sociedades étnicamente minoritarias es que éstas ven alteradas sus necesidades, se les imponen patrones nuevos de consumo y los mecanismos para encontrar los satisfactores se salen del control del grupo y se vuelven ajenos. Propiamente hablando de la ideología del desarrollo, las necesidades serán satisfechas en la medida que el progreso llegue.

Para las sociedades indígenas de América, Stefano Varesse considera que: "...la lógica de las economías étnicas indias [...] es la antiacumulación y el gasto dispendioso, fundamento de la legitimidad social de cada individuo y base del prestigio, en este sentido, señala que el estilo de objeto y de consumo no es siempre un atributo inherente al objeto, sino también una interpretación social de la esfera de la semántica étnica".21

Para la sociedad rarámuri, la base de sus estilos de consumo está en torno de las redes del tesgüino22 y la fiesta, además de que las estrategias de producción se realizan en el marco de la ranchería y las migraciones temporales.

En esta lógica, la constitución de las necesidades indígenas están en torno de las posibilidades reales de mantener sus capacidades de decisión autónoma. Si la opción es continuar siendo rarámuri a través de la dispersión, las redes del tesgüino y la fiesta, las necesidades estarán definidas por los ciclos y temporalidades propias, donde las posibilidades de construcción del microdesarrollo tendrán que satisfacer esas necesidades espirituales y de interpretación del mundo.

Es necesario no perder de vista que la experiencia de la actividad forestal en la sierra Tarahumara ha permeado todos los sectores y ámbitos de la vida cotidiana indígena. No planteo que la sociedad indígena viva en situación de refugio, al contrario, considero que participa de las relaciones emanadas de tal actividad, y al interior de la sociedad indígena se han impuesto patrones de consumo y de inserción económica que influyen directamente en el sistema de necesidades.

Coincido con lo señalado por Hugo Zemelman, en que la opción del microdesarrollo: "...implica potenciar distintos actores, pero hay que delimitar lo que pueden dar, no pedirles cualquier cosa, todo depende de su cosmovisión, recursos, etcétera; potenciar significa desarrollar mecanismos de autocrecimiento, de otra forma caemos en las viejas prácticas de la promoción. Saber articular sus demandas significa saber actuar sobre la propia subjetividad".23

En este sentido, las opciones de propuestas y proyectos de carácter productivo innovadores y alternativos que se planteen tendrán que ser impulsadas por los sectores de la población rarámuri que establecen y mantienen las relaciones con el Estado y son quienes realizan las gestiones, pues al fin y al cabo son ellos los que tienen el interés y las posibilidades de potenciar y establecer el consenso de dichas propuestas. Cabe señalar que la propuesta no se reduce a reproducir esquemas asistenciales o de subsistencia, sino que "...es preciso hallar un equilibrio macro y micro e impulsar la capacidad de reconocer opciones propias, no de imponer opciones externas".24 El microdesarrollo es la propuesta que involucra tanto el sustento económico como la red de relaciones sociales, espirituales y cosmológicas en los términos que la propia sociedad indígena se plantee como opción de futuro.

Algunos principios del manejo sustentable de los recursos naturales

No puedo dejar de considerar que el bosque es y seguirá siendo el principal recurso en la sierra Tarahumara, a través del cual tanto las opciones del macrodesarrollo como del microdesarrollo establecen sus estrategias. Si bien el uso tradicional que se le da actualmente al bosque responde a un esquema de necesidades básicas y de sobrevivencia, a través del impulso a ciertos principios de manejo sustentable se estará en condiciones de que algunos de sus recursos naturales y prácticas tradicionales puedan insertarse en los mercados ecológicos o verdes, cada vez más amplios en el país y en el mundo y así sentar las bases para implementar la propuesta del microdesarrollo.

Finalmente señalaré algunos de estos principios tomados de la propuesta que al respecto hace el Forrest Stewardship Council y que se implementaron en la elaboración de los planes de manejo tradicional e integral del bosque:

1. Para cada bosque debe existir un plan de manejo por escrito que defina claramente los objetivos que se espera lograr y los medios propuestos para alcanzarlos y que contenga líneas alternativas de acción en caso de que las circunstancias ecológicas, sociales y económicas cambien. 2. Debe definirse y documentarse claramente la propiedad legal del bosque y las áreas que los propietarios dedican a la cobertura forestal permanente. 3. Los participantes deben recibir una cuota equitativa de los beneficios derivados de las actividades de producción forestal y de las alternativas de diversificación en el aprovechamiento del bosque. 4. Deben protegerse los derechos legales fundados en la costumbre de los pueblos indígenas y las comunidades bien establecidas, que dependen del bosque y que son afectados por las actividades forestales; asimismo, la planificación y aplicación del manejo forestal debe permitirles la oportunidad de dar su pleno e informado apoyo a las actividades que les afectan. 5. Las actividades de manejo forestal deben tener un impacto ambiental adverso mínimo en lo que se refiere a la vida silvestre, la biodiversidad, los recursos hidrográficos, los suelos y recursos maderables y no maderables. 6. El ritmo de la cosecha de productos forestales debe ser sostenible a largo plazo. 7. El manejo forestal debe tomar en cuenta la variedad completa de los productos maderables y no maderables, las funciones y servicios forestales, y maximizar la plusvalía del procesamiento local. 8. Los costos de los productos forestales deben reflejar los costos plenos y reales del manejo y producción forestales en términos económicos y de impacto ambiental. 9. La producción forestal debe fomentar el uso racional y eficiente de productos forestales y especies maderables y no maderables.25


Bibliografía

Artaud, Antonin, México y viaje al país de los Tarahumaras, Fondo de Cultura Económica, México, Colección Popular núm. 242, 1987.

Bonfil Batalla, Guillermo, Utopía y revolución. El pensamiento político contemporáneo de los indios en América Latina, Nueva Imagen, México, 1981.

—, Pensar nuestra cultura, Alianza, México, 1991.

—, México profundo. Una civilización negada, Grijalbo-Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, México, 1990.

Embriz Osorno, Arnulfo (coord.), Indicadores socioeconómicos de los pueblos indígenas de México, Instituto Nacional Indigenista, México, 1993.

González Rodríguez, Luis, Crónicas de la sierra Tarahumara, Camino, Chihuahua, 1992.

—, Tarahumara. La sierra y el hombre, Camino, Chihuahua, 1994.

Lacoste, Yves, La Geografía. Un arma para la guerra, Anagrama, Barcelona, Cuadernos Críticos núm. 9, 1977.

Lartigue, Francois, Indios y bosques. Políticas forestales y comunales en la sierra Tarahumara, Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social, Ediciones de la Casa Chata núm. 19, México, 1983.

Perrot Dominique y Roy Preiswerk, Etnocentrismo e historia. América indígena, África, Asia en la visión distorsionada de la cultura occidental, Nueva Imagen, México, 1979.

Urteaga, Augusto, Control territorial y tolerancia cultural en la Tarahumara, "Ponencia al Encuentro Internacional sobre Adaptaciones Culturales y Cambios Ecológicos en el Norte de México y Texas", Saltillo, Coah., México, 1992.

Varesse, Stefano et al., Indígenas y educación en México, Centro de Estudios Educativos en México A.C., México, 1983.

Sack, Robert D., "El significado de la territorialidad", en P. Pérez Herrero (comp.), Región e historia en México (1700-1850), Instituto Mora y Universidad Autónoma Metropolitana, México, 1991.

Documentos

Consejo Civil Mexicano para la Silvicultura Sostenible A.C., relatoría del Seminario de Silvicultura Sostenible en México, México, septiembre de 1993.

Instituto Nacional Indigenista-Programa de Desarrollo Forestal, Estudios de Base para el Monitoreo del Impacto Sociocultural, Chihuahua, Chih., México, 1992.

—, Cédulas de Información Básica Ejidal, Chihuahua, Chih., México, 1993.

—, Diagnósticos Comunitarios, Talleres de Usos Alternativos del Bosque, Chihuahua, Chih., México, 1993.

—, Modelo para el Monitoreo de los Impactos Socioculturales de Programas de Desarrollo en la sierra Tarahumara, Chihuahua, Chih., México, 1993.

—, Opinión en torno al Monitoreo de los Impactos Socioculturales de Programas de Desarrollo en la sierra Tarahumara, relatoría del Seminario Impactos Socioculturales, Chihuahua, Chih., México, 1993.


Luis Felipe Crespo es geógrafo y Subdirector de Investigación en la Dirección General de Estudios Agrarios de la Procuraduría Agraria. Fue coordinador del área de organización en el Programa de Desarrollo Forestal Chihuahua-Durango del Instituto Nacional Indigenista entre 1992 y 1994. El programa fue auspiciado por el Banco Mundial entre 1989 y 1994 bajo la dirección de Roberto Solís Calderón y de Arturo Herrera Bautista como coordinador a quienes el autor agradece haber compartido su experiencia sobre la sierra Tarahumara y los rarámuris.
1 Arnulfo Embriz et al., 1993.
2 Me refiero en lo sucesivo con este término para designar a la población no indígena.
3 Cfr. Luis González Rodríguez, 1992 y 1994.
4 Francois Lartigue, 1983.
5 Guillermo Bonfil Batalla, 1981.
6 Guillermo Bonfil Batalla, 1991.
7 Yves Lacoste, 1977.
8 Antonin Artaud, 1987.
9 Guillermo Bonfil Batalla, 1990.
10 Perrot Dominique y Roy Preiswerk, 1979.
11 Éste es en general el patrón de asentamiento rarámuri, en la definición de pueblo y gobierno indígena intervienen muchos otros factores que no se discutirán en el presente trabajo. (Consultar estudios de base para el monitoreo del impacto sociocultural, INI-PDF, 1992 y Augusto Urteaga, 1992.)
12 Sack, 1991.
13 Arnulfo Embriz et al., 1993.
14 Cédulas de Información Básica Ejidal, 1993. Los datos subsiguientes de información forestal son de la misma fuente.
15 Instituto Nacional Indigenista-Programa de Desarrollo Forestal, Estudios de Base para el Monitoreo del Impacto Sociocultural, 1992.
16 Idem.
17 Idem.
18 INI-PDF, Modelo para el Monitoreo de los Impactos Socioculturales de programas en la Tarahumara, 1993.
19 INI-PDF, op. cit., 1993.
20 INI-PDF, Opinión en torno al Monitoreo de los Impactos Socioculturales de Programas de Desarrollo en la sierra Tarahumara, 1993.
21 Stefano Varesse et al., 1983, pp. 22-23.
22 El tesgüino es una bebida ritual elaborada a base de maíz que se deja fermentar. Las redes del tesgüino se definen como las complejas interrelaciones que intervienen en torno a la celebración de las fiestas.
23 INI-PDF, op. cit., 1993.
24 Idem.
25 A. C., Consejo Civil Mexicano para la Silvicultura Sostenible, México, septiembre de 1993.