Agricultura y migración en el Valle de Mexicali

María Eugenia Anguiano
El Colegio de la Frontera Norte
México, 1995, 148 pp.

Las peculiaridades de un valle que, a diferencia de gran parte de la zona fronteriza de nuestro país, observó una intensa dinámica agrícola y un alto crecimiento migratorio a partir de los primeros años de este siglo —en parte debido a la presencia de capital norteamericano desde el comienzo de la empresa agrícola y al acceso a tecnología avanzada en todos los ámbitos de la producción— es el tema de este libro que intenta reconstruir el proceso de conformación de la estructura agraria, el fenómeno migratorio y sus transformaciones durante la primera mitad del siglo XX.

La obra abarca dos periodos de la historia agraria del Valle de Mexicali: el primero comprende de 1900 a 1936, cuando las empresas del capital extranjero alcanzaron su mayor auge y el capital norteamericano incrementó sus inversiones en el espacio socioeconómico; el segundo periodo abarca desde la formación de ejidos, en 1937, en el marco del reparto agrario cardenista hasta 1950, en donde se analizan las transformaciones ocurridas en la distribución de la tenencia de la tierra, en la reorganización productiva y en las nuevas formas de financiamiento otorgadas por los capitales privados, nacional y extranjero, y por el Estado mexicano.

El texto, en un análisis historicista, demuestra que la diversidad de las formas de organización y de los procesos productivos no pone en duda el carácter capitalista del sistema social en el cual interactúan, por lo que se destaca que el conocimiento del proceso de conformación de la estructura social del Valle de Mexicali es de suma importancia para los estudios rurales.

La propuesta de Anguiano, como lo comenta en su discusión metodológica, aborda las particularidades del desarrollo de la agricultura en una región fronteriza que fue una de las regiones más beneficiadas por los proyectos modernizadores y que, paradójicamente, ha sido una de las áreas menos estudiadas por las disciplinas dedicadas al estudio e investigación en torno al campo mexicano.

El nuevo derecho agrario mexicano.
Isaías Rivera.
Mac Graw Hill,
México, 1994, 248 pp.

Con un enfoque interpretativo de la legislación agraria, Isaías Rivera Rodríguez hace en este libro un análisis del desarrollo del derecho agrario en México. Aborda de manera descriptiva los diferentes estadios de la jurisprudencia agraria a través de la historia y, en particular, el análisis de las reformas costitucionales del 6 de enero de 1992, que dieron origen al nuevo marco legal del campo.

La obra, dividida en dos grandes apartados, establece en el primero un breve marco teórico que parte de la conceptualización y definición del derecho agrario para, posteriormente, desarrollar los antecedentes históricos que precedieron a la actual legislación agraria, desde el México precortesiano y la Corona hasta un análisis de la evolución histórica del Artículo 27 costitucional.

De igual manera, y con base en el derecho comparado, el jurista retoma brevemente el desarrollo legislativo en materia agraria en otros países de Latinoamérica y Oriente medio, con especial énfasis en Israel.

Los elementos que emplea el autor en este apartado permiten, a quien se inicia en los tópicos agrarios, avanzar sin mucha dificultad en el análisis del tema.

El segundo apartado aborda, bajo un estudio sistematizado y objetivo, la reforma constitucional del 6 de enero de 1992. Trata el problema jurídico desde una perspectiva estrictamente formal, con una utilidad centrada en la sistematización de las reglas jurídicas positivas para facilitar la enseñanza y aplicación del actual marco jurídico del campo.

El lenguaje accesible y la claridad en los conceptos hacen de este libro una importante herramienta para la enseñanza. Se trata de una lectura obligada para quienes, de una u otra forma, realizan su quehacer profesional en el campo mexicano.

Problemas agrarios y propiedad en México. Siglos XVIII y XIX.
Margarita Menegus Bornemann, comp.
El Colegio de México,
México, 1995, 312 pp.

Este libro es una compilación de varios ensayos orientados al estudio de la propiedad (la transformación del antiguo régimen monárquico al de propiedad liberal), que vinculan la historia colonial con la del siglo XIX, dejando atrás la periodización tradicional que separaba ambas etapas.

La tenencia de la tierra ha significado históricamente un punto clave para el problema agrario, razón por la cual —comenta Margarita en su introducción—, el estudio de la transformación de la propiedad significa abocarse al proceso de desvinculación de los bienes del clero regular y secular, los bienes comunales de los pueblos indios, los ayuntamientos españoles y aquellos bienes pertenecientes a la instrucción —mandato real que facilitaba las ventas y composiciones de realengos— o a la beneficencia.

La investigadora destaca dos aspectos fundamentales que caracterizan la complejidad de la propiedad en el régimen virreinal: por un lado, la amortización de la propiedad y, por otro, la vinculación de la propiedad con el rey, la nobleza, la Iglesia y los municipios.

Para el primer caso, Brian R. Hamnett hace un análisis histórico sobre la problemática de la propiedad en las postrimerías de la época colonial. Enrique Florescano, a su vez, expone los esfuerzos de los ilustrados por impulsar lo que fuera la primera etapa de desamortización durante los últimos años del virreinato.

Para el segundo caso, Romeo Flores Caballero analiza la propiedad de la Iglesia. Plantea que tanto en España como en la Nueva España las propiedades eclesiásticas estuvieron exentas del pago de impuestos y protegidas por el rey hasta el Concordato de 1737 que ordenaba que las nuevas adquisiciones territoriales de la Iglesia tributasen. Destaca También la puesta en marcha de la Real Cédula de Consolidación que implicaba la venta forzosa de propiedades eclesiásticas con la particularidad de que el capital derivado de la venta se tenía que entregar como préstamo forzoso a la corona a cambio de 5% anual sobre el valor de la finca enajenada.

Jan Bazant aborda la desamortización de los bienes corporativos, entre éstos los eclesiásticos. Hace una detallada cuantificación del monto de los capitales que poseía la Iglesia y muestra su importancia respecto al número de propiedades.

Robert J. Knowlton describe cómo la Ley Lerdo, conocida también como Ley de Desamortización, se aplicó en algunos pueblos de Michoacán en el periodo comprendido entre 1850 y principios del siglo xx.

Margarita Menegus, por su parte, analiza el fenómeno de la desamortización de un municipio del Estado de México representativo del proceso en el centro del país, y con esta base revisa lo que considera las tres grandes tendencias de cambio del porfirismo que alteraron la vida del municipio: la desamortización de las comunidades, la pérdida o la retención de la tierra por los antiguos comuneros y el crecimiento económico que se experimentó como consecuencia de lo anterior.

Moisés González Navarro, a través de las opiniones de diferentes políticos y escritores de cada periodo — siglos XIX y XX—, señala dos vertientes que adquieren el significado de tierras ociosas: los terrenos que las haciendas mantenían incultos y las tierras que permanecían baldías por falta de labradores.

Estrechamente vinculado con el texto anterior, Jan de Vos se refiere al acaparamiento de tierras baldías en México y la relación de los baldíos con la política de colonización que se impulsó durante el siglo XIX.

Para concluir el proceso de transición hacia la propiedad liberal, que desemboca con el levantamiento armado de 1910, Margarita Menegus y Juan Felipe Leal presentan un trabajo acerca de una hacienda porfiriana del estado de Tlaxcala que está orientado a mostrar los efectos económicos y sociales que produjo la revolución sobre ese caso concreto.

En suma, esta compilación proporciona información que muestra —a lo largo de un siglo— cómo se vivió el proceso de desvinculación de los bienes pertenecientes a las corporaciones civiles y eclesiásticas y que fueron transformados al régimen de propiedad privada.