Campesinado e integración nacional. Asia, África y América Latina.

Susana Devalle.
El Colegio de México,
México, 1982, 326 pp.

En agosto de 1976, México fue sede del Trigésimo Congreso Internacional de Ciencias Humanas de Asia y África del Norte, de cuyo seminario resultó la obra colectiva Campesinado e integración nacional.

Gran parte de los ensayos que la conforman se valen de estudios de caso para analizar el proceso de formación de naciones eminentemente agrícolas, a partir de las relaciones de los grupos sociales que las componen.

Los estudios ponen énfasis en la problemática de la actuación integracionista del campesinado en países en vías de desarrollo, excepto en Japón, al cual se muestra como ejemplo de integración campesina temprana respecto a los demás países reseñados en la antología.

El tono general de la obra expone los conflictos del campesinado en países periférico-dependientes al sumarse a la modernización de sus respectivas naciones, y llama la atención sobre la relativa autonomía de este sector, a la que considera como un obstáculo para su incorporación a la dinámica nacional.

La primera de las tres partes que componen el libro aborda el tema que le da título, y se divide en cuatro ensayos: "Campesinado e integración nacional: perspectivas de estudio"; "Campesinado e integración nacional en el caso de la India contemporánea"; "Etnicidad, campesinado e integración nacional", y "El pluralismo difícil, multietnicidad y revolución nacional en Perú".

El ensayo sobre la India analiza el periodo de lucha independentista, cuando en nombre de la unidad nacional contra el imperialismo británico se sacrificaron los intereses de los campesinos en favor de la burguesía local. Plantea que los nacionalistas indios, encabezados por Gandhi, nunca promovieron la distribución de la tierra para un campesinado rígidamente estratificado en castas, para el cual la independencia sólo significó cambiar de patrón.

El trabajo "Etnicidad, campesinado e integración nacional" defiende a este sector por permanecer fiel a las raíces culturales y porque, en su aislamiento, "actualiza como práctica una tradición" opuesta a la homogeneización modernizadora. Asimismo, propone que los pueblos campesinos de las sociedades multiétnicas coexistan pacíficamente en las naciones donde se desarrollan.

El estudio sobre el Perú da cuenta de la integración inconclusa de ese país y gira en torno al interrogante sobre la efectividad de las medidas adoptadas con objeto de establecer "un pluralismo democrático, étnico y lingüístico dentro de un contexto inalterado de estado burgués y capitalista".

La segunda parte de la obra hace un recuento de algunos "intentos de integración", concepto sobre el cual teoriza el primer ensayo de esta sección. En los siguientes trabajos se exponen las experiencias que en este sentido han llevado a cabo Japón, México y Filipinas.

Así, se muestra cómo, a través de la educación y el servicio militar, el campesinado japonés se sumó al proyecto de su nación desde el siglo pasado. En el ejemplo mexicano se confrontan datos empíricos con la hipótesis de que el cooperativismo no cumplió ninguna de las demandas populares ni las expectativas que planteó a tráves de la conformación de ejidos colectivos. De ese análisis se concluye que esta forma de asociación fomenta la desintegración del campesinado, luego de verificar las bajas cifras de rentabilidad agraria del cooperativismo encauzado desde el Estado, utilizado como control político y que tuvo liderazgos corruptos.

Respecto al caso filipino se relata el aumento de los conflictos en el medio rural desde 1973, debido a la puesta en práctica de una reforma agraria indolente. También trata de esto en el caso de Java, donde la movilización campesina utiliza la violencia como práctica para acceder al usufructo de la tierra, lo que causa un estado permanente de tensión en el campo.

La tercera y última sección del libro es "la respuesta de los campesinos en Argelia, India, Egipto, Japón, Senegal y Malasia ante las políticas integracionistas". Esta sección habla sobre la apatía de los campesinos argelinos para ocupar la tierra debido a la ambigüedad de una reforma agraria tardía. Igualmente retrasada se plantea la reforma en Malasia occidental, en donde hacia los setenta la economía —a pesar de la independencia nacional— aún dependía completamente del extranjero.

Otro de los trabajos trata sobre la depauperación del campesinado egipcio como elemento determinante para lograr la independencia nacional, mientras que el campesinado japonés de los siglos XVII al XIX es ejemplo de desarrollo hacia la conciencia nacional.

El proceso de integración nacional del campesinado senegalés se apuntala en su larga tradición anticolonialista; mientras, un ensayo sobre el sinarquismo en México muestra a este movimiento como falso opositor al poder y como instrumento manipulador del campesinado integrado.

Como en gran parte de las antologías, el contenido de los trabajos es disparejo, no tanto por la calidad de la información sino por la disimilitud de los casos estudiados, tanto en época como en ubicación geográfica y a veces en temática, pues a pesar de que el hilo conductor es la integración del campesinado a la nación, en algunos ensayos —los menos— este tema se encuentra soslayado.

En la última sección de la obra se incluye una discusión entre algunos de los participantes en el seminario y autores de los ensayos, en la cual se plantean las dudas acerca de por qué necesariamente el campesinado debe integrarse.

Si bien se señala que la autonomía de los campesinos es un obstáculo para la integración nacional, también se acepta que desde el punto de vista de los campesinos esta autonomía sólo trata de defender sus intereses. Ello se explica porque el fenómeno del nacionalismo es parte de un proceso de persuasión y, por consiguiente, una manipulación que intenta convencerlos de la superioridad de los intereses que tienen en común con el resto de la nación.

Sin embargo, como se desprende de los análisis hecho por los autores compendiados en esta antología, la integración del campesinado en países subdesarrollados es difícil, dado que la ascensión de este sector a la economía capitalista se da en medio de fuerzas de mercado, frente a las cuales se encuentra inerme.

El campesinado no es prioridad en una economía abierta, pues no cumple con sus expectativas, de modo que sólo aparece como una causa de tensiones políticas y sociales, debido a su "naturaleza" —como dice uno de los autores—, que es la de "quien sigue siendo capaz de leer en las fases de la luna, en el color de la hierba con una sabiduría profunda. Es el campesino aislado, que actualiza como práctica una tradición antigua, siempre asentado en el mismo sitio, aunque ubicado en una estratificación social" que lo hace estar lejos del trabajador común. Es decir, "hay una reserva de lo humano esencial depositada en esta gente obsoleta".